viernes, 17 de marzo de 2023

RELATOS CORTOS: LA VIDA SIEMPRE SE IMPONE A LA MUERTE

 

Lo que sigue a continuación como relatos cortos, son las vivencias publicadas en el libro de “Memorias de Pablo. Templando el acero de los plebeyos”. Las situaciones son reales, como los personajes comprometidos en los procesos que la utopía y los sueños planteaban entre 1974 a 1993 en el Perú.

Tres etapas que tienen como protagonistas a personajes que hoy, noviembre del 2021, ocupan cargos de primer orden en el manejo del Estado, como gobierno.

Relatos que tratan de mostrar que, frente al compromiso, perder la libertad o la vida, siempre primaba la vida y la sonrisa; el lado bueno de cada acto, por el pueblo y con el pueblo.

Acercar vivencias como cuentos cortos permite cerrar ciclos, y al mismo tiempo seguir soñando con mas y mejores caminos por andar.

De 1974 a 1980: Los años de formación y preparación

Cagón como coartada

Esto lo recogí de versión de los protagonistas en el evento de almuerzo reencuentro del PCR/JCR después de 30 años. Cierta noche las células de Lima Sur decidieron hacer pintas en el llamado Zanjón. La gente salió entusiasta y aguerrida. Todo iba bien hasta que llego la policía; estaban haciendo una gran pinta contra la dictadura.

Les hicieron el alto, todos salieron disparados, pero uno, el más fresco, pensó poner el nombre del PCR, y siguió hasta caer en cuenta que tenía a la patrulla encima. Dejó todo, corrió, y por un mercado decidió esconderse, no tenía salida. Se acercaba la policía y se veía en prisión.

Su instinto, ése que aflora en esos momentos, le hizo quitarse la camisa, el pantalón y el calzoncillo, y asumir la pose de defecar. Llegó la patrulla, localizó su escondite, alumbro y el policía atinó a decir: un cagón en la noche, no es el que buscamos.

Propuesta indecente

Esto me lo contó uno de los protagonistas, militante metalúrgico del PCR Trinchera Roja. El hecho ocurrió en la esquina de Av. Faucett con la Av. Colonial, frente a la Iglesia de Carmen de la Legua. Sí, allí también está una comisaria.

El asunto es que ese era un mal punto para entregar documentos internos. El compa Huatuco, obrero metalúrgico, esperaba nervioso; ya iban como 20 minutos y no llegaba el dirigente con el correo. Al frente, el guardia miraba desconfiado y con sospecha, hasta que llegó el barbudo, con imagen sospechosa y el policía no dudó, cruzó la pista; esos segundos bastaron para coordinar, que uno corría, el médico, y el otro quedaba.

El barbudo corrió porque tenía la cartera llena de papeles; el obrero esperó; llegó el policía, y lo retuvo. Explicó que lo habían citado, que el que corrió era un homosexual que lo pretendía, y que el verlo cruzar la pista se asustó y huyó. El guardia lo soltó, con una sonrisa socarrona, fraseando: maricones de mierda.

El barbón era un médico que tenía el aspecto de un Cristo Pobre, y que pasó, años después, tiempo en la cárcel, por su radicalismo. El otro dejó de ser obrero, y se recibió de abogado, un exitoso profesional del derecho.

Una patada en el culo

Esto lo contaron en una de las tantas reuniones del Comité Central: El CCUMES (Movimiento de estudiantes secundarios) estaba en su pleno desarrollo, y en Piura los compas de educación secundaria también aprobaron jornadas de lucha. Tomaron el Colegio y los directores sabían que era el famoso compa Carlos-V quien dirigía las acciones. La toma no retrocedía, y los profesores reaccionarios exigían a la policía que entraran y detuvieran a los revoltosos.

Así lo hicieron, gasearon las aulas y los chicos corrían y salían para ser detenidos. El citado líder sabía que lo esperaban, y con un equipo de contención se escurrió por detrás del colegio. Lo subieron por la pared posterior y se descolgó, cayó y se puso de pie para correr; ahí no más lo esperaban tres policías.

¿Qué hizo? cuenta que sólo atinó a asumir caminata de gay, y quejarse muy delicadamente de la represión. Los gendarmes rompieron a reír, no pensaron que ese era el cabecilla, y de una patada en el culo lo botaron a buscarse un burro y que le pasaran el huevo.

Taxi al punto…

Versión recogida de la memoria de Pedro F. El día del paro nacional del 19 de julio de 1977, la Juventud salió a cumplir con las tareas del partido. Mientras las células del partido se movilizaban a los diferentes puntos; ellos, los jóvenes de la PUCP se alistaban en la Av. Universitaria a participar de la toma de la ciudad. Organizados y entusiastas ahí estaban. De pronto apareció la policía y los enfrentó; dispersión y nuevo punto. Otra corrida hasta que dieron la orden de movilizarse a los puntos de enfrentamiento de la clase obrera y garantizar el Paro.

El tema era dónde y cómo ir. Dicen ellos, en ese momento de paro y protesta lo resolvieron muy fácil: tomamos taxis para dirigirse al frente y estar ahí. Así de simple.

Velorio clasista…

Días de agitación, la dictadura endurecía la represión y debía, el partido, tomar decisiones claves en busca de asestar duros golpes en la lucha por el retorno a la democracia. Dieron la orden de reunión del Comité Central; fui convocado y debía tomar todas las indicaciones de seguridad.

En el punto acordado me recogió la movilidad y luego, después de muchas vueltas, en otro punto, debía esperar un nuevo transporte, proceso que debía asegurar que nadie nos seguía y poner distancia con la represión alerta, muy alerta en esos días.

El asunto es que ya noche, llegué a las puertas de una iglesia, en el distrito de San Isidro; estaban soldados con fusiles y oficiales en pleno movimiento. Ahí en ese lugar se desarrollaba el velorio de un alto oficial del ejército. En la puerta una monja nos recibía y muy atenta nos llevaba al segundo piso. Recorría el corredor, y veía hacia abajo el féretro y la presencia de oficiales uniformados.

Ahí, en el segundo piso se desarrollaría la reunión del Comité Central, bien resguardado por soldados y oficiales. Un lugar impensado, que años después, sólo al recordarlo, me provoca muchas sonrisas por la frialdad, y la naturalidad de hacer estas cosas que se ven en películas o series, y que, en mi caso, al igual que los del Comité Central, era vida real. Era el velorio un buen lugar, y terminó siendo el mismo lugar un evento de revolucionarios; sin que lo supiera la propia dictadura militar. 

Teléfono, te llaman; vivencia en la cana

Vivencia de Pablo. Días de lucha nacional de los pescadores, y la dictadura respondía con represión y toque de queda. Un equipo fue movido al apoyo de la huelga. Un pescador prestó su casa, y el equipo esperó la noche para salir a pintar al frente, porque había un gran mural. Después de las 12 de la noche, esperando el cambio de guardia, decidimos salir; antes nos habíamos entonado con una botella de pisco, obsequio de los compas pescadores, lo que nos había endurecido y envalentonado más. Íbamos en lo mejor de la pinta, cuando nos cae una patrulla de la policía y nos apunta con armas; corrimos, pero habiendo sido detectados, caímos en un cerrojo, difícil de atravesar. A la celda, fría y sin ropa, así nos tuvieron todo lo que quedó de la noche.

Al día siguiente a la Prefectura del Callao, nos clasificaron y como no había espacio nos mandaron con los presos comunes, con el aviso que éramos políticos; de fierro largo señalo la policía,

No más entrar salieron a recibirnos los faites. En calzoncillos por el denso humor y calor existente. Nos ofrecieron pan con plátano, un lugar para dormir, respeto que sentían por la huelga de pescadores y más si les habían advertido que éramos bravos metidos en política. Hubo solidaridad.

Días encerrados, y con disciplina, el respeto mutuo nos familiarizó con ellos. Más cuando fuimos testigos de torturas y comportamiento lumpenesco de la propia policía que los sacaba a comer y tomar y los regresaban totalmente ebrios. Catanas iban y venían, eran parte del tiempo escuchar los ruidos y quejidos. La policía nos tenía abandonados y no se apuraban en ponernos libres. El partido afuera limpiaba las casas y se preocupaba por nuestra suerte. Nos ubicaron y buscaban coordinar.

Una tarde, un grupo de presos me busca y me dice: teléfono, te llaman. Corrí a ver, mi sorpresa fue que no había tal aparato. Miré desconcertado, y ellos reían. Luego, entre tres, me subieron como pirámide y puse mi oído en la pared, había un pequeño hueco y por él se hablaba con la calle. Así me comuniqué con el comité, y ellos supieron dónde estaba. Frazada y pollo a la brasa a partir de ahí, que con gusto compartí con los faites y presos comunes. Un teléfono al servicio de la gente, que sólo requería información de donde hablar y tres personas capaces de hacer una pirámide humana; así como desde fuera alguien que te diga en qué pared y hueco te contestaban.

¡Teléfono!... aún recuerdo el grito llamándome, haciendo recordar lo precioso de la libertad.

A correr sin parar….

De los recuerdos de Rodrigo (Canelo), el primo piurano. Huelga en el sindicato “National”, el Comité Metalúrgico acordó apoyar al sindicato, y como era fuerte la represión interna, decidieron que cuadros externos repartan los volantes. A Canelo lo encargamos; le explicamos el problema y que no demorara en la acción, no más de 15 minutos y se fuera, que no se detuviera.  A la hora puntual se repartieron los volantes, y lejos de retirarse en el tiempo pactado, la visión de un rico desayuno hizo que este decidiera pedir uno. Al rato, observo que dos personas salían dentro de la fábrica, lo señalaban; se inquietó y recién comprendió por qué debía irse. Miró y evaluó, eran dos, el de terno el policía, el otro el empleado soplón. Se equivoco.

Corrió y saco amplia ventaja. No sabía que había entrado a un callejón sin salida, pronto lo alcanzaron, y decidió golpear al empleado, que era el más próximo y seguir. Así lo hizo, pero cometió un error, el policía era el que parecía empleado, el otro, el de terno, era el empleado. Lo cogieron y lo llevaron a la Comisaría de Sol de Oro, famosa por matar detenidos.

Preso por repartir volantes subversivos y por golpear a un policía. Todo un problema por un rico desayuno y no correr sin parar. Para su libertad lo canjearon por mí, Pablo; quién le había proporcionado los volantes y retiraban el cargo de agresión. Por supuesto que caí, pero ese es otro cuento.

Torso desnudo…

Recogida entre carcajadas en el comité obrero del partido: dentro de las diversas jornadas de lucha, siempre nos movían en apoyo de las huelgas de los sindicatos. Esta era una jornada en los sindicatos automotrices. Ahí fuimos temprano en la Panamericana Norte. Apostados en la puerta de las fábricas coreábamos consignas, estaban los cuadros obreros de otras fábricas con nosotros. Destacaba por su pequeño tamaño el compa Lescanito, dirigente de Pirelli; así le decíamos, no medía más de 1.50 mts. Estaba allí, agitando con su pequeño puño, clasista combativo.

Llegó la policía y nos dispersó. Una, dos, tres veces y cargó contra nosotros para detenernos. Dieron la orden de salida y corrimos, detrás la policía, cerraba la salida el pequeño, y temíamos lo peor, que lo detuvieran, pero no podíamos parar. Al cabo de una hora, en un punto de seguridad, el conteo, faltaba el pequeño sindicalista de Pirelli. Al cabo de unos minutos, cuando ya partían a limpiar su casa, aparece muy orondo y risueño. Todos admirados le preguntamos cómo había eludido a la policía.

Contó que miró la situación, evaluó qué hacer, y se sacó la camisa, la escondió, tomó una manguera y se puso a regar un jardín. Cuando pasó la policía nos reputeó por hacer bulla, y les dio la orientación de por dónde habíamos pasado. Mandó la moto para otro lado. Un gran hombre, principista, lleno de humor y sapiencia en momentos difíciles; gran lección para muchos.

Noche de copas, y una dama con sorpresa….

Esta es buena, existen dos versiones. Una, la del bigotón Raffo y otra, la del compa Jorge B. Juzguen ustedes. Día intenso de trabajo; ya iban semanas de tensión en todas las células del partido, y los cuadros regionales no tenían descanso. Una reunión en el Callao obligó muy tarde de la noche a desplazarse a dos dirigentes regionales. De regreso por la Av. Colonial, las ganas de miccionar hicieron detener el escarabajo que manejaba uno de ellos. De pronto ven una luz roja, que delataba presencia de la vieja profesión que hay en la humanidad. Sus caras, cansadas, tensas, y junto a las ganas de orinar, lo dijo todo. Entraron, estaba oscuro, sólo se veían siluetas y decidieron tomar un par de tragos y relajarse. En esa oscuridad pasaban desapercibidos y nada podía pasar, además del apuro por vaciar la vejiga. El asunto es que, con el trago, la música y seguramente algún escondido apuro fisiológico, decidieron bailar.

Estaba la tentación, la oscuridad reflejaba damas, curvilíneas y se desató uno de ellos. Sacó a bailar, tomaba todo lo que estaba a su alcance, besaba con el frenesí y la pasión, que le hacían olvidar la tensión política. Hasta que su mano, que acariciaba el cuerpo presto a todo, chocó con algo duro entre las piernas; era un homosexual, con quien bailaba y al que tocaba. Salió disparado al baño a lavarse la boca, por los besos otorgados, y la vergüenza del acto. Odiándose por el hecho abandonaron el local, y juraron no contarlo, hasta que una noche de copas en Barranco, uno de ellos lo contó todo. Años después, el susodicho actor del hecho lo negó todo, y más bien identificó al chofer del auto como el que besó y se alocó con la dama que tenía sorpresa. Ser marxistas y militar en el partido no te hacía inmune a estas cosas.

Autor de la internacional

En la lucha por un mejor Perú hemos pisado cana. Varias veces caímos y fuimos a parar a la celda fría del carnaval de barrotes, como canta Frankie Ruiz. Nos comimos una durante la huelga de pescadores, otra antes del Paro Nacional del 19 julio 1977; pero la mas hilarante fue cuando nos sacaron enmarrocados de mi casa en el Callao, y se levantaron todo lo que había, incluso un papel en donde por broma un compa de San Marcos escribió la letra de la internacional y decía que el autor era yo.

Pasamos días y noches comiendo de la paila, tomando te con alcanfor para evitar malos pensamientos y los interrogatorios eran duros. En un determinado momento me llevan a la oficina del coronel PIP para que interrogara: por supuesto que estaba aleccionado por los mayores, presos conmigo.

Uno de los presos, gran amigo y que luego llego a ser parlamentario, el compa T. Valer nos aleccionaba, ustedes nieguen todo, y así se hacía; Volviendo al interrogatorio el citado PIP nos mostró un grueso expediente con mi nombre, hojas escritas y decenas fotos en diversos momentos de lucha callejera; me dijo que sabía quién era, un angelito con palo y molotov; a lo que nos negamos y que esas no eran mis fotos. En algún momento saco el papel donde estaba la letra de la Internacional y decía que era el autor, no hice más que soltar la carcajada, y claro sentir el cariño del ofendido, un brutal golpe, que aun duele.  No soltamos la lengua y tuvieron que dejarnos ir; no sin antes firmar que nadie nos había tocado, y que estábamos agradecidos.

Nosotros volvimos a las calles, y nos sumergimos en la clandestinidad, a continuar bregando por utopía y los sueños del justo.

 

De 1981 a 1983: Fortaleciendo lo aprendido

 Amores tórridos y malolientes

Recogida la versión del mismo compañero, avergonzado de lo sucedido: estudiar y militar era un binomio de vida en la mayoría de nosotros, por esa época. De ahí que andar sin dinero era una característica de sello en esos días. Ni para comer decente; y si estabas con alguien, no había para hotel ni nada. Había que inventar en el estadio de San Marcos o un parque como el Campo de Marte que eran los venusterios públicos que sabíamos podíamos usar. Una tarde, cuando las ansias asomaban el buen compa Canelo logró que su compañera accediera a caminar e ir hacia un parque. De tanto buscar y caminar llegaron al Campo de Marte; encontraron un lugar discreto y cansados se sentaron a conversar y soñar.

En tanto, poco a poco la libido iba subiendo. El calor del encuentro los hizo perder la cordura y empezaron a revolcarse literalmente; rodaron un poco, el frenesí les ganaba, hasta que un feo olor se interpuso entre los dos. Olor a caca, no de perro u animal, era de ser humano, hedionda y pestilente. Se separaron, ella sólo tenía algo en el vestido, pero él, se había embarrado toda la pierna del pantalón. Olía horrores. Como toda dama, con un pequeño papel de la cartera se limpió, y sacó, como por arte de magia, mujer precavida, un billete, y tomó un taxi. Él con un sol en el bolsillo debía ir desde la Av. Salaverry hasta la entrada de Collique, en Comas, un tramo larguísimo y pestilente. Subió en la vieja ´80, se puso atrás, y miraba muy serio a todos; la gente se alarmaba por el denso olor nauseabundo, el impávido soportaba el olor y quería que la tierra lo trague. No sólo le amargaba el hecho, lo peor era que no había podido poseerla, y nunca más la vio. Se desapareció en la bruma del tiempo, y de seguro recordaría la pasión del momento y el corte abrupto por el olor descomunal de la caca dejada por algún apresurado cólico estomacal. Una cagada en el peor momento.

Asalto avisado….

De mis memorias y recuerdos vividos como Pablo. La lucha interna en la izquierda nos llevó a tomar delicados acuerdos para expulsar al llamado “revisionismo” en la CGTP. Habría Asamblea Nacional de la central, y los gremios, los comités y las células fueron convocados para asaltar el local de construcción civil, en La Victoria. Los militantes nos preparamos, cada brigada cargó con lo suyo. A mi equipo le tocó preparar las molotov especiales, sin mecha. Sólo agitabas y tirabas para producir el efecto del incendio. Cada equipo marchó y se apostó de acuerdo al plan elaborado. Se contaba con la sorpresa y se suponía que desde dentro habría movimiento de los delegados para tomar el local y provocar la ruptura gremial con el PCP Unidad.

Apostados estábamos el popular compa C. Chumpitaz y yo, en dúo, con 4 molotov especiales, en la primera línea. La primera oleada de ataque. Dieron la señal, y salimos, frontales, de frente a la puerta principal; cuando del segundo piso, salieron los defensitas del PCP Unidad y se entabló un intercambio feroz de bombas incendiarias, piedras, ladrillos y vidrios rotos; no hubo sorpresa, los sorprendidos éramos nosotros, nos esperaban.                        

En el camino a la puerta una lluvia de piedras sobre nosotros, en eso Chumpitaz  grita y ladea la cara; le había caído una piedra de lleno en el rostro derecho, por el dolor voltea, y otra roca cae en su cara izquierda, va cayendo y le cae otra roca encima del cráneo, está noqueado a mi lado; tiro las bombas que tenía y quito las de él y las tiro, lo arrastro del lugar y lo entrego al equipo de emergencias. A mí no me cayó nada, de milagro. Salí ileso. A los días lo vi, estaba en reposo, el rostro desfigurado, y sin salir de la sorpresa aún, de nuestro ataque inútil y mal dirigido; pero que nos demostró que podíamos hacer más cosas, mucho más por nuestra utopía y los sueños de justicia y equidad.

Pasa nomás zambito

De los recuerdos de Pablo. Una tarde en Plaza Dos de Mayo nos concentrábamos para un mitin; todos los grupos formaban y hacían desfilar a sus cuadros, masas y lucían sus equipos de autodefensa. Cada quien mejor organizado. Nuestro partido era nuevo y chico, sin embargo, muy entusiasta, con cuadros obreros, estudiantes y profesionales. Lo cierto era que debíamos hacer respetar nuestro lugar, y no teníamos mucha opción frente a Patria Roja o el PCP Unidad; tenían más gente preparada para estos temas. El asunto es que se aparece la columna de los PR y al frente iban armados de palos y ceñudos, con cara de malos. Nuestra columna temerosa, no sabía qué hacer, si hacerse de lado o moverse.

Al frente de ellos venia un moreno, recio, con pinta de boxeador, con mirada de correr, y la gente moría de temor. De pronto lo focalizo al moreno que iba al frente y me cuadro con mi palo y lo miro serio y le digo pasa zambito, pasa no más; valiente, inmutable yo. Una ola de alivio corrió detrás de mí; que duro de matar, que sangre fría, nadie se movió, y todos empezaron a corear consignas. Lo que nadie supo en ese momento era que ese moreno era, en efecto, campeón amateur de box, y que estudiaba en la UNMSM, que era de mi salón y éramos muy amigos. Ni él ni yo dijimos nada y él movió a toda su gente a otro lugar; permanecimos en nuestro puesto y todos me miraban distinto. Un guapo, un líder para la bronca, sin saber que aquí primó la amistad por encima de la diferencia o las ganas de imponerse.

Hasta hoy nos vemos, él Jaime P. es un serio director de colegio; yo, un caminante son mucha suerte para andar.

Feliz cumpleaños….

De mis memorias y recuerdos: cierto día, caminando por la Plaza del Congreso, en plena huelga universitaria, me acerqué al local de coordinación triestamental. Me encontré ahí con Neptalí C., dirigente de la JCR del Partido, y él con otros jóvenes se comprometieron a participar de una acción de vanguardia. Tomar una embajada o el local de la OIT en la Av. Arequipa, en ese entonces. Me pidieron apoyo y asumí la tarea.

Como siempre si medir ninguna consecuencia ni pedir permiso a nadie; era una acción y me llamaban a la acción. El tema era que el asunto iba ya, en ese mismo momento, sin planificación alguna. Era la acción y nada más.

Nos movimos a la zona de acción; en la puerta dos mastodontes cuidaban la seguridad, y de acuerdo a datos previos, simples, una vez dentro era fácil cerrar y pedir intermediación de la OIT para la huelga que ya duraba cinco meses. Puesto así el tema en el lugar, veíamos cómo hacer para neutralizar a los mastodontes; con la fuerza perdíamos, con la gente en mancha nos cerraban la puerta. En ese momento una idea, caminé junto al flaco J. Balarezo, de la UNAC, y en esos segundos, fui de frente a uno de ellos y lo abracé, con una sonrisa plena le dije: feliz cumpleaños, mientras el flaco corría y se metía dentro de la OIT; una vez dentro y con la toma en curso, nos metimos, cuatro más, es decir tres alumnos y un profesor, y se hizo la toma.

El profesor que nos acompañó años después murió, como parte de su decisión de hacer la lucha armada.

En tanto, la toma movió a toda la prensa, y éramos titular ineludible en los medios, nos la jugamos y nos entrevistaron, con chalinas cubriendo el rostro declaramos, pero ese mismo día, hacia las 6 pm, un apagón de SL acabó con nuestra estrategia de apoyo a la huelga.

La policía nos asediaba, el embajador presionaba, así que decidimos salir. En el coche diplomático, salimos en tres viajes. Con el flaco JB nos fuimos hacia La Victoria, le pedimos al embajador que manejaba el carro, nos dejara por Matute, buscando perdernos entre la gente y evitar que nos detuvieran. Así lo hicimos y libramos ser cogidos por la policía.

Aún hoy recuerdo la sonrisa y la sorpresa del fortachón cuando lo abracé para saludarlo. Lo inhibí y le ganamos el vivo. Sabíamos pelear, estábamos en plena forma, pero tener esquina, ser barrio, y sobre todo cultura callejera, eso nos sirvió en esta acción.

 

De 1983 a 1993: Incendiando la pradera

Lección de señorío…

De las memorias y recuerdos de Pablo. 1 de enero de 1983, en la Plaza de Armas de Lima; una muchedumbre llena la plaza, estaba por juramentar Alfonso Barrantes, primer alcalde socialista de la ciudad. Entre esos cientos estaba yo. Radical, pleno de felicidad. De pronto sale a pie, de cara a la muchedumbre, un señor, al terno, tranquilo, sonriente, que pasa con poca seguridad.

Era el presidente Fernando Belaunde. Contra toda lógica camina y se acerca al Palacio Municipal. Camina y tranquilo entra, participa en la ceremonia y sale. Insultos y silbatinas, entre mis manos una caja de fósforos que quería tirarla, pero no me atreví, porque empecé a respetar la valentía del caballero de a pie. Una lección nunca olvidada. Debo decir que, sin notarlo, un individuo de civil me observaba, presto a detenerme; al cruzar miradas, sólo sonrió y avaló la actitud de respeto hacia el presidente; en tanto el bullicio y silbatinas continuaba, mas no así mi pensamiento, de respeto al señorío de Belaunde.

Tiros como cancha…

De los recuerdos de Pablo: de los tantos eventos en Plaza Dos de Mayo, hacia 1991, un mitin por el 1 de mayo está muy grabado. Toda la izquierda estaba presente en un mitin, incluso grupos organizados de SL; era inevitable la confrontación, la policía guardaba distancia. De pronto resuenan los petardos, estruendos rompe tímpanos. En ese momento, alertados, nos pusimos cuerpo a tierra, SL y equipos armados de IU, empezaron una balacera sin parar. De nuestro lado, resguardando a la gente, aguantamos la estampida; de pronto, a nuestras espaldas, cruza a toda velocidad un dirigente nacional del partido y de la IU. Como alma que llevaba el diablo. Calmada la acción que no duró más de 5 minutos, un compa me avisa que del local del partido me llamaban por teléfono. Era urgente. Fui y contesté; era el líder que presto pasó volando y me llamaba de un local del partido, muy lejos del enfrentamiento. Había corrido a tal velocidad que en menos de 5 minutos se había puesto a buen recaudo, lejos y llamaba para ver cómo estaba la cosa. Sonreí, y empecé a ver que andábamos para atrás, como cuando cierto cuadro de la Juventud provocó un enfrentamiento con los búfalos apristas y corrió esperando que nosotros respondiéramos. Dos episodios, llenos de violencia y de gente que no respondía. Lo curioso es que ambas personas, hoy, son líderes de opinión, no estaban hechos para la acción, sólo para la palabra y el floro.

Templando el acero, rompiendo el silencio en el Callejón de los Conchucos…

De mis recuerdos: de las diversas tareas para consolidar el PUM y luchar por ser mayoría en IU, la dirección central del partido me envía de viaje a Huari a mediados de 1987. Pregunté si había problemas y Willy Z. me contesta que no; todo estaba en paz.

De la vieja Av. Grau me embarqué en una línea de bus que iba hasta Huari en el Callejón de los Conchucos, Áncash. No más llegar y en plena Plaza de Armas yacían tirados los cuerpos de 4 policías, muertos por la irrupción de SL, que con esa acción rompía el silencio en el Callejón de los Conchucos. Me esperaba la delegación del partido, y nos pusimos a negociar con el Sub Prefecto y con la policía; nadie daba garantías para nada. 

Esa noche alojado en el hotel, hacia las 8 pm, nuestra gente me saca del hotel, y me llevan a otro lugar; un lugar donde era visible el alojamiento y pudimos ver una columna de SL moviéndose hacia allí. Me hicieron salir con tiempo. Ahí recién me percaté, que el profesor, líder del equipo nuestro, había desarrollado su sistema de seguridad, al alojarme había instalado anillos de contención, y sabiendo que estaba expuesto me retiró del lugar.

Al día siguiente, coordinando con otras fuerzas de IU logramos una hora de permiso de la policía ebria, e hicimos el evento, elegimos el Comité IU, y de ahí salió el profesor Flores, que luego sería Alcalde Provincial de Huari. Salir de la ciudad era un problema, pero la gente, al ver nuestro compromiso, organizó la salida.

A la hora pactada un ómnibus se ubicó en la Plaza, lo abordamos temiendo que nos emboscaran. Cuál no sería nuestra sorpresa cuando unos 50 ronderos a caballo se desplazaron a cada lado del carro y nos escoltaron hasta Chavín de Huántar, despidiéndose y agradeciendo nuestra presencia. Al volver a Lima los burócratas de siempre ni se inmutaron con el informe. Con ellos no era. Ni con los líderes nacionales que sólo miraban y compartían la escena con la derecha, sin mayores compromisos.

Había sobrevivido, y de nuevo había puesto en práctica lo aprendido en la etapa de la forja del acero, como plebeyo indomable.

Una camisa indiscreta…

De mis memorias: de toda la etapa final de IU y del PUM rescato de los recuerdos el atentado al candidato Henry Pease. Nos habían enviado a dar apoyo a una marcha hacia la Plaza de Armas; estaba prohibido, y del enfrentamiento un policía dispara perdigones y lo hiere, su sangre me baña y se armó el escándalo. Portada nacional e internacional. En otra oportunidad se convoca una gran marcha por la paz y organizamos la presencia del partido. En el trayecto un “Búfalo” Pacheco se puso por delante y fuimos a decirle que se vaya. Conocida era su violencia, pero ese día, mansito se bajó y se fue.

Qué había ocurrido; que yo portaba un arma y usaba una camisa fuera del pantalón para taparla; creía que no se veía, pero sí se notaba. Pacheco al verla y ver nuestra actitud se replegó. El dato curioso es que por disciplina nadie estaba autorizado a estar armado. Yo me puse un arma de juguete, pero nadie preguntó, ni Henry ni Javier DC.

 

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