Lo que sigue a continuación como relatos cortos, son las vivencias
publicadas en el libro de “Memorias
de Pablo. Templando el acero de los plebeyos”. Las situaciones son
reales, como los personajes comprometidos en los procesos que la utopía y los
sueños planteaban entre 1974 a 1993 en el Perú.
Tres etapas que tienen como protagonistas a personajes que hoy,
noviembre del 2021, ocupan cargos de primer orden en el manejo del Estado, como
gobierno.
Relatos que tratan de mostrar que, frente al compromiso, perder la
libertad o la vida, siempre primaba la vida y la sonrisa; el lado bueno de cada
acto, por el pueblo y con el pueblo.
Acercar vivencias como cuentos cortos permite cerrar ciclos, y al
mismo tiempo seguir soñando con mas y mejores caminos por andar.
De 1974 a 1980: Los años de formación y preparación
Cagón como coartada…
Esto
lo recogí de versión de los protagonistas en el evento de almuerzo reencuentro del
PCR/JCR después de 30 años. Cierta noche las células de Lima Sur decidieron
hacer pintas en el llamado Zanjón. La gente salió entusiasta y aguerrida. Todo
iba bien hasta que llego la policía; estaban haciendo una gran pinta contra la
dictadura.
Les
hicieron el alto, todos salieron disparados, pero uno, el más fresco, pensó
poner el nombre del PCR, y siguió hasta caer en cuenta que tenía a la patrulla
encima. Dejó todo, corrió, y por un mercado decidió esconderse, no tenía
salida. Se acercaba la policía y se veía en prisión.
Su
instinto, ése que aflora en esos momentos, le hizo quitarse la camisa, el
pantalón y el calzoncillo, y asumir la pose de defecar. Llegó la patrulla,
localizó su escondite, alumbro y el policía atinó a decir: un cagón en la noche, no es el que buscamos.
Propuesta indecente…
Esto
me lo contó uno de los protagonistas, militante metalúrgico del PCR Trinchera
Roja. El hecho ocurrió en la esquina de Av. Faucett con la Av. Colonial, frente
a la Iglesia de Carmen de la Legua. Sí, allí también está una comisaria.
El
asunto es que ese era un mal punto para entregar documentos internos. El compa
Huatuco, obrero metalúrgico, esperaba nervioso; ya iban como 20 minutos y no
llegaba el dirigente con el correo. Al frente, el guardia miraba desconfiado y
con sospecha, hasta que llegó el barbudo, con imagen sospechosa y el policía no
dudó, cruzó la pista; esos segundos bastaron para coordinar, que uno corría, el
médico, y el otro quedaba.
El
barbudo corrió porque tenía la cartera llena de papeles; el obrero esperó;
llegó el policía, y lo retuvo. Explicó que lo habían citado, que el que corrió
era un homosexual que lo pretendía, y que el verlo cruzar la pista se asustó y huyó.
El guardia lo soltó, con una sonrisa socarrona, fraseando: maricones de mierda.
El
barbón era un médico que tenía el aspecto de un Cristo Pobre, y que pasó, años
después, tiempo en la cárcel, por su radicalismo. El otro dejó de ser obrero, y
se recibió de abogado, un exitoso profesional del derecho.
Una patada en el culo…
Esto
lo contaron en una de las tantas reuniones del Comité Central: El CCUMES (Movimiento
de estudiantes secundarios) estaba en su pleno desarrollo, y en Piura los
compas de educación secundaria también aprobaron jornadas de lucha. Tomaron el
Colegio y los directores sabían que era el famoso compa Carlos-V quien dirigía
las acciones. La toma no retrocedía, y los profesores reaccionarios exigían a
la policía que entraran y detuvieran a los revoltosos.
Así
lo hicieron, gasearon las aulas y los chicos corrían y salían para ser
detenidos. El citado líder sabía que lo esperaban, y con un equipo de
contención se escurrió por detrás del colegio. Lo subieron por la pared
posterior y se descolgó, cayó y se puso de pie para correr; ahí no más lo
esperaban tres policías.
¿Qué
hizo? cuenta que sólo atinó a asumir caminata de gay, y quejarse muy
delicadamente de la represión. Los gendarmes rompieron a reír, no pensaron que
ese era el cabecilla, y de una patada en el culo lo botaron a buscarse un burro
y que le pasaran el huevo.
Taxi al punto…
Versión
recogida de la memoria de Pedro F. El día del paro nacional del 19 de julio de
1977, la Juventud salió a cumplir con las tareas del partido. Mientras las
células del partido se movilizaban a los diferentes puntos; ellos, los jóvenes
de la PUCP se alistaban en la Av. Universitaria a participar de la toma de la
ciudad. Organizados y entusiastas ahí estaban. De pronto apareció la policía y
los enfrentó; dispersión y nuevo punto. Otra corrida hasta que dieron la orden
de movilizarse a los puntos de enfrentamiento de la clase obrera y garantizar el
Paro.
El
tema era dónde y cómo ir. Dicen ellos, en ese momento de paro y protesta lo
resolvieron muy fácil: tomamos taxis para
dirigirse al frente y estar ahí. Así de simple.
Velorio clasista…
Días
de agitación, la dictadura endurecía la represión y debía, el partido, tomar
decisiones claves en busca de asestar duros golpes en la lucha por el retorno a
la democracia. Dieron la orden de reunión del Comité Central; fui convocado y
debía tomar todas las indicaciones de seguridad.
En
el punto acordado me recogió la movilidad y luego, después de muchas vueltas,
en otro punto, debía esperar un nuevo transporte, proceso que debía asegurar
que nadie nos seguía y poner distancia con la represión alerta, muy alerta en
esos días.
El
asunto es que ya noche, llegué a las puertas de una iglesia, en el distrito de
San Isidro; estaban soldados con fusiles y oficiales en pleno movimiento. Ahí
en ese lugar se desarrollaba el velorio de un alto oficial del ejército. En la
puerta una monja nos recibía y muy atenta nos llevaba al segundo piso. Recorría
el corredor, y veía hacia abajo el féretro y la presencia de oficiales
uniformados.
Ahí,
en el segundo piso se desarrollaría la reunión del Comité Central, bien
resguardado por soldados y oficiales. Un lugar impensado, que años después,
sólo al recordarlo, me provoca muchas sonrisas por la frialdad, y la
naturalidad de hacer estas cosas que se ven en películas o series, y que, en mi
caso, al igual que los del Comité Central, era vida real. Era el velorio un
buen lugar, y terminó siendo el mismo lugar un evento de revolucionarios; sin
que lo supiera la propia dictadura militar.
Teléfono, te llaman; vivencia en la cana
Vivencia
de Pablo. Días de lucha nacional de los pescadores, y la dictadura respondía
con represión y toque de queda. Un equipo fue movido al apoyo de la huelga. Un
pescador prestó su casa, y el equipo esperó la noche para salir a pintar al
frente, porque había un gran mural. Después de las 12 de la noche, esperando el
cambio de guardia, decidimos salir; antes nos habíamos entonado con una botella
de pisco, obsequio de los compas pescadores, lo que nos había endurecido y
envalentonado más. Íbamos en lo mejor de la pinta, cuando nos cae una patrulla
de la policía y nos apunta con armas; corrimos, pero habiendo sido detectados,
caímos en un cerrojo, difícil de atravesar. A la celda, fría y sin ropa, así
nos tuvieron todo lo que quedó de la noche.
Al
día siguiente a la Prefectura del Callao, nos clasificaron y como no había
espacio nos mandaron con los presos comunes, con el aviso que éramos políticos;
de fierro largo señalo la policía,
No
más entrar salieron a recibirnos los faites. En calzoncillos por el denso humor
y calor existente. Nos ofrecieron pan con plátano, un lugar para dormir,
respeto que sentían por la huelga de pescadores y más si les habían advertido
que éramos bravos metidos en política. Hubo solidaridad.
Días
encerrados, y con disciplina, el respeto mutuo nos familiarizó con ellos. Más
cuando fuimos testigos de torturas y comportamiento lumpenesco de la propia
policía que los sacaba a comer y tomar y los regresaban totalmente ebrios.
Catanas iban y venían, eran parte del tiempo escuchar los ruidos y quejidos. La
policía nos tenía abandonados y no se apuraban en ponernos libres. El partido
afuera limpiaba las casas y se preocupaba por nuestra suerte. Nos ubicaron y
buscaban coordinar.
Una
tarde, un grupo de presos me busca y me dice: teléfono, te llaman. Corrí a ver,
mi sorpresa fue que no había tal aparato. Miré desconcertado, y ellos reían.
Luego, entre tres, me subieron como pirámide y puse mi oído en la pared, había
un pequeño hueco y por él se hablaba con la calle. Así me comuniqué con el
comité, y ellos supieron dónde estaba. Frazada y pollo a la brasa a partir de
ahí, que con gusto compartí con los faites y presos comunes. Un teléfono al
servicio de la gente, que sólo requería información de donde hablar y tres
personas capaces de hacer una pirámide humana; así como desde fuera alguien que
te diga en qué pared y hueco te contestaban.
¡Teléfono!... aún recuerdo el grito llamándome, haciendo recordar lo precioso
de la libertad.
A correr sin parar….
De
los recuerdos de Rodrigo (Canelo), el primo piurano. Huelga en el sindicato
“National”, el Comité Metalúrgico acordó apoyar al sindicato, y como era fuerte
la represión interna, decidieron que cuadros externos repartan los volantes. A
Canelo lo encargamos; le explicamos el problema y que no demorara en la acción,
no más de 15 minutos y se fuera, que no se detuviera. A la hora puntual se repartieron los
volantes, y lejos de retirarse en el tiempo pactado, la visión de un rico
desayuno hizo que este decidiera pedir uno. Al rato, observo que dos personas
salían dentro de la fábrica, lo señalaban; se inquietó y recién comprendió por
qué debía irse. Miró y evaluó, eran dos, el de terno el policía, el otro el
empleado soplón. Se equivoco.
Corrió
y saco amplia ventaja. No sabía que había entrado a un callejón sin salida,
pronto lo alcanzaron, y decidió golpear al empleado, que era el más próximo y
seguir. Así lo hizo, pero cometió un error, el policía era el que parecía
empleado, el otro, el de terno, era el empleado. Lo cogieron y lo llevaron a la
Comisaría de Sol de Oro, famosa por matar detenidos.
Preso
por repartir volantes subversivos y por golpear a un policía. Todo un problema
por un rico desayuno y no correr sin parar. Para su libertad lo canjearon por
mí, Pablo; quién le había proporcionado los volantes y retiraban el cargo de
agresión. Por supuesto que caí, pero ese es otro cuento.
Torso desnudo…
Recogida
entre carcajadas en el comité obrero del partido: dentro de las diversas
jornadas de lucha, siempre nos movían en apoyo de las huelgas de los
sindicatos. Esta era una jornada en los sindicatos automotrices. Ahí fuimos
temprano en la Panamericana Norte. Apostados en la puerta de las fábricas
coreábamos consignas, estaban los cuadros obreros de otras fábricas con
nosotros. Destacaba por su pequeño tamaño el compa Lescanito, dirigente de
Pirelli; así le decíamos, no medía más de 1.50 mts. Estaba allí, agitando con
su pequeño puño, clasista combativo.
Llegó
la policía y nos dispersó. Una, dos, tres veces y cargó contra nosotros para
detenernos. Dieron la orden de salida y corrimos, detrás la policía, cerraba la
salida el pequeño, y temíamos lo peor, que lo detuvieran, pero no podíamos
parar. Al cabo de una hora, en un punto de seguridad, el conteo, faltaba el
pequeño sindicalista de Pirelli. Al cabo de unos minutos, cuando ya partían a
limpiar su casa, aparece muy orondo y risueño. Todos admirados le preguntamos
cómo había eludido a la policía.
Contó
que miró la situación, evaluó qué hacer, y se sacó la camisa, la escondió, tomó
una manguera y se puso a regar un jardín. Cuando pasó la policía nos reputeó
por hacer bulla, y les dio la orientación de por dónde habíamos pasado. Mandó
la moto para otro lado. Un gran hombre, principista, lleno de humor y sapiencia
en momentos difíciles; gran lección para muchos.
Noche de copas, y una dama con sorpresa….
Esta
es buena, existen dos versiones. Una, la del bigotón Raffo y otra, la del compa
Jorge B. Juzguen ustedes. Día intenso de trabajo; ya iban semanas de tensión en
todas las células del partido, y los cuadros regionales no tenían descanso. Una
reunión en el Callao obligó muy tarde de la noche a desplazarse a dos
dirigentes regionales. De regreso por la Av. Colonial, las ganas de miccionar
hicieron detener el escarabajo que manejaba uno de ellos. De pronto ven una luz
roja, que delataba presencia de la vieja profesión que hay en la humanidad. Sus
caras, cansadas, tensas, y junto a las ganas de orinar, lo dijo todo. Entraron,
estaba oscuro, sólo se veían siluetas y decidieron tomar un par de tragos y
relajarse. En esa oscuridad pasaban desapercibidos y nada podía pasar, además
del apuro por vaciar la vejiga. El asunto es que, con el trago, la música y
seguramente algún escondido apuro fisiológico, decidieron bailar.
Estaba
la tentación, la oscuridad reflejaba damas, curvilíneas y se desató uno de
ellos. Sacó a bailar, tomaba todo lo que estaba a su alcance, besaba con el
frenesí y la pasión, que le hacían olvidar la tensión política. Hasta que su
mano, que acariciaba el cuerpo presto a todo, chocó con algo duro entre las
piernas; era un homosexual, con quien bailaba y al que tocaba. Salió disparado
al baño a lavarse la boca, por los besos otorgados, y la vergüenza del acto.
Odiándose por el hecho abandonaron el local, y juraron no contarlo, hasta que
una noche de copas en Barranco, uno de ellos lo contó todo. Años después, el
susodicho actor del hecho lo negó todo, y más bien identificó al chofer del
auto como el que besó y se alocó con la dama que tenía sorpresa. Ser marxistas y
militar en el partido no te hacía inmune a estas cosas.
Autor de la internacional
En
la lucha por un mejor Perú hemos pisado cana. Varias veces caímos y fuimos a
parar a la celda fría del carnaval de barrotes, como canta Frankie Ruiz. Nos
comimos una durante la huelga de pescadores, otra antes del Paro Nacional del
19 julio 1977; pero la mas hilarante fue cuando nos sacaron enmarrocados de mi
casa en el Callao, y se levantaron todo lo que había, incluso un papel en donde
por broma un compa de San Marcos escribió la letra de la internacional y decía
que el autor era yo.
Pasamos
días y noches comiendo de la paila, tomando te con alcanfor para evitar malos
pensamientos y los interrogatorios eran duros. En un determinado momento me
llevan a la oficina del coronel PIP para que interrogara: por supuesto que
estaba aleccionado por los mayores, presos conmigo.
Uno
de los presos, gran amigo y que luego llego a ser parlamentario, el compa T.
Valer nos aleccionaba, ustedes nieguen todo, y así se hacía; Volviendo al
interrogatorio el citado PIP nos mostró un grueso expediente con mi nombre,
hojas escritas y decenas fotos en diversos momentos de lucha callejera; me dijo
que sabía quién era, un angelito con palo y molotov; a lo que nos negamos y que
esas no eran mis fotos. En algún momento saco el papel donde estaba la letra de
la Internacional y decía que era el autor, no hice más que soltar la carcajada,
y claro sentir el cariño del ofendido, un brutal golpe, que aun duele. No soltamos la lengua y tuvieron que dejarnos
ir; no sin antes firmar que nadie nos había tocado, y que estábamos
agradecidos.
Nosotros
volvimos a las calles, y nos sumergimos en la clandestinidad, a continuar
bregando por utopía y los sueños del justo.
De 1981 a
1983: Fortaleciendo lo aprendido
Recogida
la versión del mismo compañero, avergonzado de lo sucedido: estudiar y militar
era un binomio de vida en la mayoría de nosotros, por esa época. De ahí que
andar sin dinero era una característica de sello en esos días. Ni para comer
decente; y si estabas con alguien, no había para hotel ni nada. Había que
inventar en el estadio de San Marcos o un parque como el Campo de Marte que
eran los venusterios públicos que sabíamos podíamos usar. Una tarde, cuando las
ansias asomaban el buen compa Canelo logró que su compañera accediera a caminar
e ir hacia un parque. De tanto buscar y caminar llegaron al Campo de Marte;
encontraron un lugar discreto y cansados se sentaron a conversar y soñar.
En
tanto, poco a poco la libido iba subiendo. El calor del encuentro los hizo
perder la cordura y empezaron a revolcarse literalmente; rodaron un poco, el
frenesí les ganaba, hasta que un feo olor se interpuso entre los dos. Olor a
caca, no de perro u animal, era de ser humano, hedionda y pestilente. Se
separaron, ella sólo tenía algo en el vestido, pero él, se había embarrado toda
la pierna del pantalón. Olía horrores. Como toda dama, con un pequeño papel de
la cartera se limpió, y sacó, como por arte de magia, mujer precavida, un
billete, y tomó un taxi. Él con un sol en el bolsillo debía ir desde la Av.
Salaverry hasta la entrada de Collique, en Comas, un tramo larguísimo y
pestilente. Subió en la vieja ´80, se puso atrás, y miraba muy serio a todos;
la gente se alarmaba por el denso olor nauseabundo, el impávido soportaba el
olor y quería que la tierra lo trague. No sólo le amargaba el hecho, lo peor
era que no había podido poseerla, y nunca más la vio. Se desapareció en la
bruma del tiempo, y de seguro recordaría la pasión del momento y el corte
abrupto por el olor descomunal de la caca dejada por algún apresurado cólico
estomacal. Una cagada en el peor momento.
Asalto avisado….
De
mis memorias y recuerdos vividos como Pablo. La lucha interna en la izquierda
nos llevó a tomar delicados acuerdos para expulsar al llamado “revisionismo” en
la CGTP. Habría Asamblea Nacional de la central, y los gremios, los comités y
las células fueron convocados para asaltar el local de construcción civil, en
La Victoria. Los militantes nos preparamos, cada brigada cargó con lo suyo. A
mi equipo le tocó preparar las molotov especiales, sin mecha. Sólo agitabas y
tirabas para producir el efecto del incendio. Cada equipo marchó y se apostó de
acuerdo al plan elaborado. Se contaba con la sorpresa y se suponía que desde
dentro habría movimiento de los delegados para tomar el local y provocar la
ruptura gremial con el PCP Unidad.
Apostados
estábamos el popular compa C. Chumpitaz y yo, en dúo, con 4 molotov especiales,
en la primera línea. La primera oleada de ataque. Dieron la señal, y salimos,
frontales, de frente a la puerta principal; cuando del segundo piso, salieron los
defensitas del PCP Unidad y se entabló un intercambio feroz de bombas
incendiarias, piedras, ladrillos y vidrios rotos; no hubo sorpresa, los
sorprendidos éramos nosotros, nos esperaban.
En
el camino a la puerta una lluvia de piedras sobre nosotros, en eso Chumpitaz grita y ladea la cara; le había caído una
piedra de lleno en el rostro derecho, por el dolor voltea, y otra roca cae en
su cara izquierda, va cayendo y le cae otra roca encima del cráneo, está
noqueado a mi lado; tiro las bombas que tenía y quito las de él y las tiro, lo
arrastro del lugar y lo entrego al equipo de emergencias. A mí no me cayó nada,
de milagro. Salí ileso. A los días lo vi, estaba en reposo, el rostro
desfigurado, y sin salir de la sorpresa aún, de nuestro ataque inútil y mal
dirigido; pero que nos demostró que podíamos hacer más cosas, mucho más por
nuestra utopía y los sueños de justicia y equidad.
Pasa nomás zambito …
De los
recuerdos de Pablo. Una tarde en Plaza Dos de Mayo nos concentrábamos para un mitin;
todos los grupos formaban y hacían desfilar a sus cuadros, masas y lucían sus
equipos de autodefensa. Cada quien mejor organizado. Nuestro partido era nuevo
y chico, sin embargo, muy entusiasta, con cuadros obreros, estudiantes y
profesionales. Lo cierto era que debíamos hacer respetar nuestro lugar, y no
teníamos mucha opción frente a Patria Roja o el PCP Unidad; tenían más gente
preparada para estos temas. El asunto es que se aparece la columna de los PR y
al frente iban armados de palos y ceñudos, con cara de malos. Nuestra columna
temerosa, no sabía qué hacer, si hacerse de lado o moverse.
Al
frente de ellos venia un moreno, recio, con pinta de boxeador, con mirada de
correr, y la gente moría de temor. De pronto lo focalizo al moreno que iba al
frente y me cuadro con mi palo y lo miro serio y le digo pasa zambito, pasa no más; valiente, inmutable yo. Una ola de
alivio corrió detrás de mí; que duro de matar, que sangre fría, nadie se movió,
y todos empezaron a corear consignas. Lo que nadie supo en ese momento era que
ese moreno era, en efecto, campeón amateur de box, y que estudiaba en la UNMSM,
que era de mi salón y éramos muy amigos. Ni él ni yo dijimos nada y él movió a
toda su gente a otro lugar; permanecimos en nuestro puesto y todos me miraban
distinto. Un guapo, un líder para la bronca, sin saber que aquí primó la
amistad por encima de la diferencia o las ganas de imponerse.
Hasta
hoy nos vemos, él Jaime P. es un serio director de colegio; yo, un caminante
son mucha suerte para andar.
Feliz cumpleaños….
De
mis memorias y recuerdos: cierto día, caminando por la Plaza del Congreso, en
plena huelga universitaria, me acerqué al local de coordinación triestamental.
Me encontré ahí con Neptalí C., dirigente de la JCR del Partido, y él con otros
jóvenes se comprometieron a participar de una acción de vanguardia. Tomar una
embajada o el local de la OIT en la Av. Arequipa, en ese entonces. Me pidieron
apoyo y asumí la tarea.
Como
siempre si medir ninguna consecuencia ni pedir permiso a nadie; era una acción
y me llamaban a la acción. El tema era que el asunto iba ya, en ese mismo
momento, sin planificación alguna. Era la acción y nada más.
Nos
movimos a la zona de acción; en la puerta dos mastodontes cuidaban la
seguridad, y de acuerdo a datos previos, simples, una vez dentro era fácil
cerrar y pedir intermediación de la OIT para la huelga que ya duraba cinco
meses. Puesto así el tema en el lugar, veíamos cómo hacer para neutralizar a
los mastodontes; con la fuerza perdíamos, con la gente en mancha nos cerraban
la puerta. En ese momento una idea, caminé junto al flaco J. Balarezo, de la
UNAC, y en esos segundos, fui de frente a uno de ellos y lo abracé, con una
sonrisa plena le dije: feliz cumpleaños,
mientras el flaco corría y se metía dentro de la OIT; una vez dentro y con la
toma en curso, nos metimos, cuatro más, es decir tres alumnos y un profesor, y
se hizo la toma.
El
profesor que nos acompañó años después murió, como parte de su decisión de
hacer la lucha armada.
En
tanto, la toma movió a toda la prensa, y éramos titular ineludible en los
medios, nos la jugamos y nos entrevistaron, con chalinas cubriendo el rostro
declaramos, pero ese mismo día, hacia las 6 pm, un apagón de SL acabó con
nuestra estrategia de apoyo a la huelga.
La
policía nos asediaba, el embajador presionaba, así que decidimos salir. En el
coche diplomático, salimos en tres viajes. Con el flaco JB nos fuimos hacia La
Victoria, le pedimos al embajador que manejaba el carro, nos dejara por Matute,
buscando perdernos entre la gente y evitar que nos detuvieran. Así lo hicimos y
libramos ser cogidos por la policía.
Aún
hoy recuerdo la sonrisa y la sorpresa del fortachón cuando lo abracé para
saludarlo. Lo inhibí y le ganamos el vivo. Sabíamos pelear, estábamos en plena
forma, pero tener esquina, ser barrio, y sobre todo cultura callejera, eso nos
sirvió en esta acción.
De 1983 a
1993: Incendiando la pradera
Lección de señorío…
De las
memorias y recuerdos de Pablo. 1 de enero de 1983, en la Plaza de Armas de
Lima; una muchedumbre llena la plaza, estaba por juramentar Alfonso Barrantes,
primer alcalde socialista de la ciudad. Entre esos cientos estaba yo. Radical,
pleno de felicidad. De pronto sale a pie, de cara a la muchedumbre, un señor,
al terno, tranquilo, sonriente, que pasa con poca seguridad.
Era
el presidente Fernando Belaunde. Contra toda lógica camina y se acerca al
Palacio Municipal. Camina y tranquilo entra, participa en la ceremonia y sale.
Insultos y silbatinas, entre mis manos una caja de fósforos que quería tirarla,
pero no me atreví, porque empecé a respetar la valentía del caballero de a pie.
Una lección nunca olvidada. Debo decir que, sin notarlo, un individuo de civil
me observaba, presto a detenerme; al cruzar miradas, sólo sonrió y avaló la
actitud de respeto hacia el presidente; en tanto el bullicio y silbatinas
continuaba, mas no así mi pensamiento, de respeto al señorío de Belaunde.
Tiros como cancha…
De
los recuerdos de Pablo: de los tantos eventos en Plaza Dos de Mayo, hacia 1991,
un mitin por el 1 de mayo está muy grabado. Toda la izquierda estaba presente
en un mitin, incluso grupos organizados de SL; era inevitable la confrontación,
la policía guardaba distancia. De pronto resuenan los petardos, estruendos
rompe tímpanos. En ese momento, alertados, nos pusimos cuerpo a tierra, SL y
equipos armados de IU, empezaron una balacera sin parar. De nuestro lado,
resguardando a la gente, aguantamos la estampida; de pronto, a nuestras
espaldas, cruza a toda velocidad un dirigente nacional del partido y de la IU.
Como alma que llevaba el diablo. Calmada la acción que no duró más de 5
minutos, un compa me avisa que del local del partido me llamaban por teléfono.
Era urgente. Fui y contesté; era el líder que presto pasó volando y me llamaba
de un local del partido, muy lejos del enfrentamiento. Había corrido a tal
velocidad que en menos de 5 minutos se había puesto a buen recaudo, lejos y
llamaba para ver cómo estaba la cosa. Sonreí, y empecé a ver que andábamos para
atrás, como cuando cierto cuadro de la Juventud provocó un enfrentamiento con
los búfalos apristas y corrió esperando que nosotros respondiéramos. Dos
episodios, llenos de violencia y de gente que no respondía. Lo curioso es que
ambas personas, hoy, son líderes de opinión, no estaban hechos para la acción,
sólo para la palabra y el floro.
Templando el acero, rompiendo el silencio
en el Callejón de los Conchucos…
De
mis recuerdos: de las diversas tareas para consolidar el PUM y luchar por ser
mayoría en IU, la dirección central del partido me envía de viaje a Huari a
mediados de 1987. Pregunté si había problemas y Willy Z. me contesta que no;
todo estaba en paz.
De
la vieja Av. Grau me embarqué en una línea de bus que iba hasta Huari en el
Callejón de los Conchucos, Áncash. No más llegar y en plena Plaza de Armas
yacían tirados los cuerpos de 4 policías, muertos por la irrupción de SL, que
con esa acción rompía el silencio en el Callejón de los Conchucos. Me esperaba
la delegación del partido, y nos pusimos a negociar con el Sub Prefecto y con
la policía; nadie daba garantías para nada.
Esa
noche alojado en el hotel, hacia las 8 pm, nuestra gente me saca del hotel, y
me llevan a otro lugar; un lugar donde era visible el alojamiento y pudimos ver
una columna de SL moviéndose hacia allí. Me hicieron salir con tiempo. Ahí
recién me percaté, que el profesor, líder del equipo nuestro, había
desarrollado su sistema de seguridad, al alojarme había instalado anillos de
contención, y sabiendo que estaba expuesto me retiró del lugar.
Al
día siguiente, coordinando con otras fuerzas de IU logramos una hora de permiso
de la policía ebria, e hicimos el evento, elegimos el Comité IU, y de ahí salió
el profesor Flores, que luego sería Alcalde Provincial de Huari. Salir de la
ciudad era un problema, pero la gente, al ver nuestro compromiso, organizó la
salida.
A la
hora pactada un ómnibus se ubicó en la Plaza, lo abordamos temiendo que nos
emboscaran. Cuál no sería nuestra sorpresa cuando unos 50 ronderos a caballo se
desplazaron a cada lado del carro y nos escoltaron hasta Chavín de Huántar,
despidiéndose y agradeciendo nuestra presencia. Al volver a Lima los burócratas
de siempre ni se inmutaron con el informe. Con ellos no era. Ni con los líderes
nacionales que sólo miraban y compartían la escena con la derecha, sin mayores
compromisos.
Había
sobrevivido, y de nuevo había puesto en práctica lo aprendido en la etapa de la
forja del acero, como plebeyo indomable.
Una camisa indiscreta…
De
mis memorias: de toda la etapa final de IU y del PUM rescato de los recuerdos
el atentado al candidato Henry Pease. Nos habían enviado a dar apoyo a una
marcha hacia la Plaza de Armas; estaba prohibido, y del enfrentamiento un
policía dispara perdigones y lo hiere, su sangre me baña y se armó el
escándalo. Portada nacional e internacional. En otra oportunidad se convoca una
gran marcha por la paz y organizamos la presencia del partido. En el trayecto
un “Búfalo” Pacheco se puso por delante y fuimos a decirle que se vaya.
Conocida era su violencia, pero ese día, mansito se bajó y se fue.
Qué
había ocurrido; que yo portaba un arma y usaba una camisa fuera del pantalón
para taparla; creía que no se veía, pero sí se notaba. Pacheco al verla y ver
nuestra actitud se replegó. El dato curioso es que por disciplina nadie estaba
autorizado a estar armado. Yo me puse un arma de juguete, pero nadie preguntó,
ni Henry ni Javier DC.
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